San Luis Potosí, 24 de enero de 2021 (Raymundo Rocha/Sol de México).- Se acabaron los saludos, las sonrisas, los chistes. Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador fue otro muy diferente al de giras anteriores. No sonrió, tenía la mirada sin brillo, no cantó el Himno Nacional y no habló convencido de lo que decía y por si fuera poco, sigue recorriendo un país de casi 150 mil muertos por Covid-19, sin cubrebocas.
El, en Suburban blindada. Con cientos de militares disfrazados de civiles cubriendo su entorno. Cateando a cada periodista, funcionario y asistente a la inauguración del cuartel de la Guardia Nacional en una colonia de Soledad de Graciano Sánchez, en una zona elegida por el crimen organizado para abandonar los cuerpos de sus víctimas. Todos los demás ciudadanos, solamente encomendados a Dios para que no nos pase nada.
Y no es para menos su semblante. Este domingo, el país amanece con la noticia de 19 calcinados en Camargo, Tamaulipas, ocho cuerpos en fosas clandestinas de Zacatecas, cinco integrantes de una familia masacrados en León y así, la brutal realidad, mientras el presidente da una clase de historia mañanera sobre liberales y conservadores entre Juan Sarabia, Camilo Arriaga, Díez Gutiérrez, Madero y otros.
Llegó puntual, eso sí, al evento. No bajó la ventanilla de la camioneta para saludar a los “servidores de la nación” que fueron parte de la escenografía. Tampoco atendió a los jubilados del IMSS que pidieron su apoyo para que las Afores les regresen sus ahorros de toda la vida laboral, ni a quienes denunciaron a la alcaldesa Rosaura Loredo por permitir el despojo de una persona de la tercera edad de sus tierras por parte del fraccionador Juan Manuel Sánchez Flores. Apenas les dirigió una mirada.
El presidente bondadoso, buena gente, amable, empático, no vino. En su lugar, un jefe de Estado que asegura, la felicidad no es acumular bienes materiales, riqueza, fama, títulos, sino estar bien con uno mismo, con el prójimo y la conciencia tranquila. Así es la política pública de su gobierno para combatir la inseguridad, cuya realidad sacude su Mesa de Seguridad de todos los días de 6 a 7 de la mañana.
La mañana es cálida, tras varios días de temperaturas que rozaron los cero grados en Soledad, pero el presidente lleva gruesa chamarra. Algunos de los generales, almirantes e inspectores, de su gabinete de seguridad llevan cubren bocas. Not him. Tampoco su nueva secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, la potosina originaria de la huasteca Rosa Icela Rodríguez Velázquez, de chamarra y botitas cafés, titubeante en el discurso en el que promete la pacificación del país “con medidas desde la familia”.
La paisana, periodista, ex secretaria de gobierno en la CDMX, está contenta por ser la primera mujer en este país que es responsable de la seguridad de los mexicanos a ese nivel y no lo oculta. Dice que estudio la primaria, secundaria y bachillerato en escuelas públicas de su natal huasteca. Que sus padres fueron profesores rurales y que ella tiene orígenes indígenas.
Agradeció al presidente la confianza y convocó a las madres y padres de familia a que ayuden a la pacificación del país hablando con sus hijos sobre el daño que genera consumir drogas. El gobernador Juan Manuel Carreras de desvivió en elogios hacia la funcionaria: “nos congratula que la primera mujer encargada de la Seguridad Pública del país, sea potosina”.
También López Obrador la subió al pedestal. “La conozco desde hace muchos años, más de 20, desde el 88, es una mujer con convicciones, principios, trabajadora, honesta, que va a entregar resultados”. ¿Entonces por qué no será la candidata de MORENA al gobierno de San Luis Potosí ?, fue la pregunta entre los reporteros.
El gobernador Juan Manuel Carreras traía su camisa institucional, blanca y un sinfín de agradecimientos, buena onda como siempre. Al presidente no le escatimó ninguno, por su apoyo a San Luis con obras, por su apoyo personal en la presidencia de la CONAGO, por el cuartel de la Guardia Nacional y lo invitó a que regrese en agosto, cuando pasen las elecciones.
Esta vez tampoco hubo invitados especiales, público aplaudidor, pre candidatas al gobierno buscando la foto o el guiño presidencial. Solo elementos de la Guardia Nacional y periodistas, aislados en un corral desde donde siguieron el evento en un monitor a 20 metros del escenario principal ubicado en el patio central. A los fotógrafos se les dio la oportunidad de acercarse por parejas al templo durante algunos segundos.
A diferencia del clima, el evento fue frío, de apenas una hora exacta. Con discursos flojos y clases de historia innecesarias. El presidente habló del contraste de la huasteca, rica en recursos naturales y con habitantes pobres y recordó que allá construye la carretera Valles-Tamazunchale. Prometió 266 cuarteles regionales de la Guardia Nacional en el país al final de su gobierno y que en San Luis apoya a 5,844 “ni-nis” con becas y pidieron que no se les discrimine. Confía en que algún día, van a trabajar o estudiar.
Vino el corte de listón. Dos jóvenes mujeres elementos de las Fuerzas Armadas sostuvieron la línea. El presidente acercó a su lado al alcalde de Soledad Gilberto Hernández Villafuerte que pasó la hora en la segunda fila, en el rincón, en un acto de cortesía política pues como anfitrión, debería ser partícipe.
Tras el toque militar tres de diana vinieron los honores para despedir al presidente, que incluyeron entonar el Himno Nacional y López Obrador no lo hizo. No cantó, ni siquiera movió los labios. Ya se quería ir. Hizo un breve recorrido de 10 minutos ya las 10.20 de la mañana se despidió, abordó la Suburban blindada y se marchó, con su gran despliegue de seguridad
Atrás quedaron los reclamos de promesas incumplidas, como el ex representante regional Leonel Serrato de construir escuelas a cambio del terreno donde se hizo el cuartel de la Guardia Nacional.
López Obrador llegó rápido al aeropuerto. Ahí también había dispositivo de seguridad, pensando que tal vez haría lo de siempre de atravesar el lugar a pie, como cualquier viajero, pero no tenía ánimos. Se fue directo a la zona de hangares para abordar por otra parte, sin tener contacto con nadie, algo que nunca antes había hecho. Después de todo, era momento de usar los privilegios de ser presidente de la República.