26 de junio de 2022.- El director general del Banco de Pagos Internacionales (BPI), el mexicano Agustín Carstens, pronosticó una inflación elevada durante mucho tiempo en la medida en que suban los salarios y, quizá, una recesión.
En la asamblea anual de 2022, celebrada en la sede central de la institución en la ciudad suiza de Basilea, Carstens dijo que “un riesgo para las economías avanzadas es que una fuerte caída de los precios de los activos puede desencadenar una aguda recesión y tensiones financieras”.
“La preocupación más urgente para los bancos centrales es la trayectoria de la inflación. De alguna manera, la política monetaria está en territorio desconocido”, pero los bancos deben actuar de forma decisiva, a tiempo y con flexibilidad, según Carstens.
El BPI, que asiste a los bancos centrales de todo el mundo, celebró este año su asamblea anual de nuevo de forma presencial después de hacerlo de forma virtual durante dos años debido a la pandemia.
“Las perspectivas son inciertas. Pero el escenario más probable es que la inflación supere los objetivos de la mayoría de las jurisdicciones durante algún tiempo”, apostilló Carstens en la asamblea anual en la que también presentó el informe económico anual del BPI.
Carstens también prevé que los salarios van a aumentar los próximos meses en la medida en que los trabajadores tratan de recuperar el poder adquisitivo que han perdido y por ello “la inflación podría ser elevada durante mucho tiempo”.
Los salarios ya suben en muchos países y en otros las negociaciones salariales se producirán los próximos meses.
De momento, los trabajadores tratan de compensar en sus reivindicaciones salariales el poder adquisitivo perdido, en algunos países se ajustan los incrementos salariales a la inflación o se trata de volver a negociaciones centralizadas.
A su vez, las empresas tratan de pasar los salarios más elevados a los precios de sus productos.
“La pandemia y la guerra aumentan las perspectivas de nuevos modos de operación, una reorganización de las cadenas de valor globales y la desglobalización”, según Carstens.
Esto significa que van a desaparecer factores que antes presionaban a la baja los precios.
Si el crecimiento se ralentiza, los déficit fiscales siguen elevados y la deuda pública aumenta, los riesgos de una inflación más elevada están ahí.
Carsten también instó a los legisladores a aprender de las lecciones de las crisis del petróleo de 1973 y 1979 para evitar que la elevada inflación se atrinchere durante mucho tiempo y que el crecimiento económico sea bajo.
El aumento del precio del petróleo es en estos momentos menor que en la década de 1970 y la cantidad de energía que se necesita para producir bienes y servicios es también mucho menor.
Pero el encarecimiento se extiende a más fuentes de energía y otras materias primas agrícolas.
Además, según Carstens, los problemas de suministro de fertilizantes y metales pueden reducir la producción global en el futuro y añadir más presiones al alza sobre los precios.
Desde 1970 la política monetaria ha mejorado y “sus objetivos e instrumentos están ahora mucho mejor definidos”, dijo Carstens.
“Para evitar el riesgo de un cambio de régimen, los bancos centrales necesitan comunicar claramente y bien el objetivo final: bajar la inflación rápidamente al objetivo”, considera el director general del BPI.
Los bancos centrales deben subir sus tipos de interés rápidamente en poco tiempo para lograr un aterrizaje suave.
Carstens considera que las condiciones de partida son difíciles porque “la inflación es hoy en día más elevada” que al inicio de otros ciclos de subidas de los tipos de interés anteriores.
Además, “la deuda pública también está en máximos históricos en muchos países, lo que dificulta subir los tipos de interés sin desencadenar disfunciones en los mercados”, añade.
Los precios de la vivienda y el endeudamiento de los hogares también son elevados y las exposiciones de las empresas han crecido en muchas economías.
Por ello el riesgo para las economías avanzadas es que una fuerte caída de los precios de los activos desencadene una recesión severa.
Las economías emergentes deberán afrontar unas condiciones financieras peores y si el dólar se aprecia más, aumentarán las presiones sobre ellas y muchas no tienen más remedio que subir sus tipos de interés. (Con información de EFE)