México, 19 de septiembre de 2017 (Notimex).- Ante a la escultura que representa dos manos sosteniendo el asta bandera al centro de la Plaza de la Solidaridad, donde estuvo, hasta hace 32 años el famoso «Hotel Regis», junto a la Alameda Central de la Ciudad de México, se congregó desde las 6:00 horas una pequeña multitud.
Bomberos, «topos», policías, socorristas de la Cruz Roja, personal de Protección Civil y políticos se dieron cita para rendir un respetuoso y sentido homenaje a los miles de capitalinos que el 19 de septiembre de 1985 encontraron la muerte en medio de los escombros, pero sobre todo, en medio de la sorpresa cuando un terremoto de 8.1 grados sacudió violentamente el corazón de México.
Alrededor de las 7:00 horas, momentos antes del inicio de la ceremonia, el «toque de silencio» interpretado por la banda de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, atravesó la pequeña plaza y afloraron los recuerdos de muchos asistentes, a cuyos ojos acudieron las lágrimas, mientras su piel se erizaba.
Coronas de flores de dos metros de alto colocadas contra el asta bandera -donde el Lábaro Patrio fue izado hasta la mitad en señal de luto- servían de fondo de la escena. En el templete esperaban el delegado en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal; el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, Álvaro Augusto Pérez Juárez, y el secretario de Protección Civil local, Fausto Lugo García.
Más allá de la cerca colocada para hacer el perímetro para el área de los invitados especiales (donde se encontraba todo el gabinete legal y ampliado de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México), un colaborador de algún funcionario trataba de negociar con unos comerciantes, que se dieron cita con la intención de hablar con el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, quien no tardaría en llegar.
Eran mercaderes que han sido desalojados de los paraderos de San Ángel, Chapultepec, San Lázaro y Zaragoza, quienes aseguran tener permisos para vender en esas zonas, firmados por autoridades «de antes», aunque no los llevaban ni precisaron de qué instancias se trataba.
Aunque las voces empezaron a levantarse -algunos de los invitados especiales volteaban sobre el hombro para ver qué pasaba- el «negociador» consiguió que los comerciantes se movieran para permitir el paso del jefe de Gobierno.
Así, a las 7:19 en punto inició la ceremonia en memoria de los caídos en aquel terremoto que nos tomó a todos por sorpresa y que derribó cientos de edificios y segó miles de vidas, hundiendo a la ciudad en la peor tragedia de su historia.
Otra vez el «toque de silencio» con sus fúnebres ecos cruzó la plaza, la avenida Juárez, donde algunos curiosos se detuvieron a presenciar la ceremonia y las calles aledañas, para detener por unos segundos la intensidad de una mañana cualquiera de martes en la gran ciudad.
Otra vez la piel erizada y los ojos con lágrimas que no llegaron a correr, pero que recordaron las escenas terribles de aquel 19 de septiembre, cuando la vida cambió para la ciudad.
El fundador de los «topos», hoy ya con los años encima, miraba la bandera a media asta, absorto en sus recuerdos, quién sabe cuál en particular, pero sin duda pensando en las vidas que pudo salvar a fuerza de heroísmo y tesón.
Después, los honores a la bandera, el discurso del jefe de Gobierno, quien destacó la cultura de la prevención y de la protección civil que nos dejó aquella tragedia, y la capacidad de la ciudad para recuperarse («resiliencia» le dicen ahora), como en el terremoto de 8.2 grados de la semana pasada.
Y tras ello, no un minuto de silencio, como es tradicional, sino un minuto de sirenas con patrullas, ambulancias, unidades de bomberos y otros vehículos de emergencia que se dieron cita para esta ceremonia.
Minutos después, la comitiva se retiró, los políticos dejaron la plaza y ahí sólo quedaron los «topos» con sus vistosos uniformes anaranjados y algunos bomberos con uniforme de gala, a quienes detenían algunas mujeres que, pese a la prisa por llegar al trabajo, no perdían la oportunidad para tomarse la «selfie».