México, 7 de noviembre de 2017.- Luis María Aguilar Morales, ministro-presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, reconoció que en contra de las mujeres persiste la discriminación, la violencia, el acoso callejero, un menosprecio al trabajo doméstico y otras conductas que menoscaban su dignidad.
Al participar en el Seminario Mujeres en el Siglo XXI: Perspectivas y desafíos, organizado por el Senado, el titular del Poder Judicial Federal, resaltó que las mujeres han sufrido discriminación histórica, que se agrava si se piensa en la mujer indígena, migrante, pobre, adulta mayor o con alguna discapacidad.
Destacó que otras mujeres que son invisibilizadas, minusvaloradas y menospreciadas, son las trabajadoras domésticas, que no han logrado alcanzar, pese al activismo creciente y el eco de diversas, instancias, el pleno reconocimiento y respeto de sus derechos.
“Nuestro país, por ejemplo, aún no ha firmado ni ratificado el Convenio 189 de la OIT del 16 de junio de 2011, en vigor desde el 5 de septiembre de 2013 sobre el trabajo doméstico. Que ya ha sido suscrito por 24 países, 13 de ellos latinoamericanos. En tanto se ratifica, será tarea del Poder Judicial interpretar, de conformidad con los principios que en materia derechos humanos consagra la Constitución”.
Aguilar Morales, dijo que muchas mujeres han alzado la voz para que cese la violencia creciente en su contra.
“Me atrevo a pensar que esa criminal actitud masculina quizá constituya una machista revancha en contra del crecimiento y éxito de las mujeres. (…) ¡Quién iba a pensar que en 1916 las mujeres lucharan por su derecho a la educación y al voto, y en 2017, 101 años después, por su seguridad, su integridad corporal, su dignidad personal y su vida! El panorama no es halagüeño, pero en nuestras manos está transformarlo”.
También, señaló que muchas candidatas son objeto de denostación, por lo que urgió a no menospreciar el acoso como forma de violencia, porque desde ahí, se puede percibir que alguien se siente con el derecho de rebasar límites, de no ver a la mujer como sujeto de dignidad, sino como objeto susceptible de agredir.