Ciudad del Vaticano, 21 de diciembre de 2017 (Notimex).- En su mensaje de Navidad a sus colaboradores del Vaticano, Francisco fustigó a los “traidores de la confianza” que se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, que frenan sus reformas y, cuando son apartados”, le echan la culpa al “Papa desinformado”.
Como cada año, el pontífice pronunció un largo discurso de fin de año ante cardenales y obispos congregados en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, y ante ellos instó a superar la “desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos”.
Estas actitudes, dijo, representan “un cáncer que lleva a la autorreferencialidad” y que se infiltra también tanto en los organismos eclesiásticos como en las personas que trabajan en ellos. Esto a pesar de “sus justificaciones y las buenas intenciones”.
Más adelante, criticó a quienes “se aprovechan de la maternidad de la Iglesia” traicionando la confianza pese a haber sido elegidos con cuidado para “dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma”, pero que no comprenden la importancia de sus responsabilidades.
“Cuando son apartadas se autodeclaran equivocadamente mártires del sistema, del ‘Papa desinformado’, de la ‘vieja guardia’… en vez de entonar el mea culpa”, señaló.
“Junto a estas personas hay otras que siguen trabajando en la Curia, a las que se les da el tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse”, añadió.
Al mismo tiempo pidió no olvidar a la “inmensa mayoría” de personas fieles que trabajan en la Curia Romana con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con “tanta santidad”.
El pontífice no especificó directamente a quiénes se refería, pero en los últimos meses diversos funcionarios dejaron abruptamente sus puestos, ya sea por haber presentado sus renuncias o por haber sido directamente removidos de sus puestos.
Entre ellos destacan Libero Milone, quien dejó su puesto de revisor de cuentas del Vaticano el 19 de junio acusado de ordenar labores de espionaje sobre diversos personajes de la Curia. Así como Gerhard Mueller, cardenal a quien no se le renovó su cargo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
En noviembre pasado dejó imprevistamente sus responsabilidades el subdirector del Instituto para las Obras de Religión (conocido coloquialmente como “banco del Vaticano”), Giulio Mattietti.
En su discurso navideño, el Papa dio otras indicaciones sobre cómo deben trabajar las oficinas internas de la Curia Romana, a las cuales les pidió trabajar siempre “en comunión con Pedro”.
Reconoció que la reforma de las estructuras vaticanas, por él mismo emprendida, requieren “paciencia, dedicación y delicadeza”, bromeando con la “simpática y significativa” expresión: “Hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”.
Pero advirtió que una Curia encerrada en sí misma traicionaría el objetivo de su existencia y caería en la autorreferencialidad, que la condenaría a la autodestrucción.