Caracas, 17 de mayo de 2018 (AP) — En una bulliciosa y estrecha calle de la barriada caraqueña de Petare una mujer se detiene frente a un puesto que vende pellejos de pollo. Para ella, como para muchos otros venezolanos, éste es el último recurso para alimentarse en medio de la brutal crisis que golpea al país.
La campaña para las elecciones presidenciales del domingo no ha logrado atraer a los miles de venezolanos que están más abrumados por conseguir comida y medicinas que por votar.
Mientras Vaceliza Villa, una desempleada de 47 años, gasta sus últimos ahorros en alimentos para ella y su hija de seis años, otra mujer se monta en un vehículo con un megáfono e invita a los transeúntes a votar por un candidato opositor. Y aunque podría parecer imposible que los venezolanos que viven un día a la vez puedan pensar en el futuro político de su país, la mujer grita “la esperanza está en el cambio”.
El llamado pasa inadvertido para Villa y cientos de transeúntes que al atardecer corren presurosos a las ventas callejeras. Mientras tanto, decenas de motocicletas y pequeños buses atestan la vía de uno de los mayores barrios de Caracas que fue escenario de los cierres de campaña del candidato independiente Henri Falcón, principal rival del presidente Nicolás Maduro, y del pastor evangélico Javier Bertucci.
“Poco me importa lo que pase el domingo con las elecciones porque mi única prioridad es cuánto me va rendir esto”, afirmó Villa a The Associated Press mientras sostenía una bolsa de un kilo de pellejos de pollo que comerá con su hija durante una semana junto con algo de yuca.
Villa admitió que no le ha prestado atención a la campaña que culmina el jueves y es considerada la más cuestionada de la historia reciente de Venezuela debido a señalamientos de poca transparencia y falta de imparcialidad de las autoridades electorales, según un reciente informe de la organización Observatorio Electoral Venezolano.
Pese a las críticas locales e internacionales y los llamados de la Iglesia católica para que se suspenda la votación para hacer frente a la crisis, Maduro -que figura como favorito- ha descartado la postergación.
El mandatario izquierdista de 55 años -que se considera heredero político del fallecido presidente Hugo Chávez- ha salido en defensa del Consejo Nacional Electoral, controlado por el oficialismo, y el sistema electoral asegurando que es el “más completo y perfecto” del mundo.
Los rigores de una inflación que se duplica cada 35 días y que alcanzó el mes pasado una tasa anual de 13.776%, según estimaciones de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, la cada vez más severa escasez de alimentos y medicamentos y el desplome económico agravado por la difícil situación de la industria petrolera le han quitado protagonismo al proceso electoral.
La pobreza aqueja al 87% de los venezolanos y nueve de cada 10 no tienen recursos para pagar su alimentación diaria, reveló un estudio que realizaron el año pasado tres de las principales universidades del país. Por ello, el desinterés hacia cualquier tema que no implique la satisfacción de las necesidades básicas es cada vez más común.
Durante las seis décadas de democracia que ha vivido Venezuela, las campañas electorales estuvieron caracterizadas por movilizaciones masivas que convertían al país en una gran fiesta de alegría y esperanza. En contraste, los últimos 26 días de campaña han estado dominados por la apatía, la desesperanza y la desconfianza, lo que ha alimentado el riesgo de que la abstención pueda jugar un papel fundamental en los comicios, expresaron analistas.
Algunas encuestadoras locales han estimado que la abstención podría rondar entre 40% y 50% y superar en más del doble la que se reportó en los comicios de 2013 que Maduro ganó por un estrecho margen sobre el opositor Henrique Capriles.
Un frente integrado por la coalición opositora y otras organizaciones sociales que promueve la abstención hasta el momento tampoco ha tenido éxito. Sólo unos cientos de opositores acudieron el miércoles a una marcha hacia las oficinas de la Organización de Estados Americanos, en el este de Caracas, para denunciar el supuesto fraude en las elecciones.
El año pasado la oposición había logrado movilizar cientos de miles de personas durante las protestas antigubernamentales que dejaron al menos 120 muertos, pero en los últimos meses su capacidad de convocatoria se ha reducido de manera dramática.
“Nadie cree en nadie porque ahora lo único para lo que estamos los venezolanos es para sobrevivir”, opinó Gilfredo Blanco, un comerciante de 39 años, mientras caminaba por una calle de Petare. “Hay demasiada desesperanza”.
Muy cerca de ahí Falcón -un exmilitar y disidente del oficialismo de 56 años- realizó a inicios de semana un acto de campaña al que sólo acudieron unas 300 personas y que volvió a evidenciar la crisis: mientras el candidato hablaba un hombre de mediana estatura se acercó al lugar preguntando “¿Aquí dan sopa?“.
El hombre aludía a Bertucci, el pastor evangélico de 48 años que en sus actos ha repartido sopa de res a ancianos, mujeres embarazadas y niños que acuden con ollas, envases plásticos y botellas de refresco cortadas a la mitad para saciar su hambre. Eso lo ha ayudado a llenar sus actos de campaña, conectarse con el electorado y subir en las encuestas en las últimas semanas, precisaron analistas.
“Esta campaña ha sido una cosa artificial”, dijo a AP el consultor político Edgard Gutiérrez al reconocer que a pesar de que los candidatos han desplegado una narrativa para seducir al electorado “ha sido muy difícil porque las condiciones sociales de la Venezuela de hoy no dan para una campaña”.
Muchos analistas creen que Falcón no tiene posibilidades frente a la bien engrasada maquinaria del gobierno que le garantizaría la reelección a Maduro para un segundo mandato de seis años.
El director del Observatorio Electoral Venezolano, Ignacio Avalos, sostuvo que la crisis ha sido aprovechada por el gobierno para imponer una “extorsión política” cancelando en plena campaña varios bonos de dinero y ofreciendo beneficios y bolsas de alimentos subsidiados a cambio de votos.
Una encuesta de Datanálisis de este mes reveló que 71% de los venezolanos -y 96% de los partidarios de la oposición- no confían en el Consejo Nacional Electoral.
Pese a la indiferencia del electorado Maduro ha asegurado que obtendrá un récord de 10 millones de votos, casi dos millones más de los que consiguió Chávez en el apogeo de su poder, y que nunca reconocerá la victoria de un opositor.
“Si algún día se instala un gobierno que pretende entregar las riquezas de nuestra nación seré el primero en tomar un fusil en nombre de la revolución”, dijo en un acto reciente.
“Incluso si Maduro gana las elecciones no hay manera de que pueda resolver estos problemas”, dijo Michael Penfold, un integrante del Centro Woodrow Wilson de Washington que reside en Caracas. “Esta es una elección sin un final feliz”.
Maduro prometió dar a conocer después de su reelección el plan para rescatar a Venezuela de la crisis, de la que responsabiliza a los “imperialistas” estadounidenses y sus lacayos conservadores en América Latina.
Más de una veintena de países como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea han amenazado con endurecer las sanciones contra el gobierno de Maduro si realiza los comicios.