Windsor, Inglaterra, 19 de mayo de 2018 (AP) — El príncipe Enrique y Meghan Markle se miraron a los ojos y se prometieron amor eterno el sábado al casarse frente a cientos de miembros de la realeza, celebridades y amigos en la Capilla de San Jorge, mientras millones alrededor del mundo seguían la ceremonia por televisión.
La agraciada ciudad inglesa de Windsor brilló en este cálido día de verano. Decenas de miles de personas atestaron sus calles y parques para presenciar el espectacular pero elegante enlace.
Para dar inicio a las festividades, la reina Isabel II honró a su nieto pelirrojo de 33 años con un nuevo título: duque de Sussex, haciendo de Markle duquesa de Sussex.
La boda fue un acontecimiento mundial gracias a la posición de Enrique como miembro sénior de la realeza británica y la fama de Markle como protagonista de la serie de TV estadounidense “Suits” durante siete años. La pomposidad y ceremonial de la boda —con oraciones y tradiciones anglicanas, música clásica, un coro góspel y un recorrido en carreta por Windsor— fue vista en vivo por decenas de millones de televidentes alrededor del mundo.
La actriz estadounidense acogió su nuevo papel británico en un elegante vestido de seda blanco de la diseñadora inglesa Clare Waight Keller. Su velo traslúcido — que le llegaba hasta la cintura por delante y se extendía metros por detrás — incluía referencias florales a los 53 países en el Commonwealth, el grupo de países que corresponden al antiguo Imperio Británico y que es encabezado por Isabel II.
El palacio dijo que además de las flores del Commonwealth, el velo también tenía dos plantas elegidas por Markle: wintersweet y, en un guiño a su lugar de nacimiento, la amapola californiana.
El príncipe Enrique y su hermano Guillermo, el padrino, lucieron elegantes trajes militares oscuros, con guantes blancos y los uniformes de gala con levita del regimiento de caballería real Blues and Royals. Enrique mantuvo intacta su barba pelirroja, una decisión que había desatado apuestas en Gran Bretaña antes de la boda.
Markle, cuya madre, Doria Ragland, estuvo presente, caminó al altar sola al principio y entonces fue acompañada por el príncipe Carlos y 10 pajecitos y damitas de honor. Mientras se acercaban hacia él, Enrique le dijo a su padre “Gracias, pa”.
Y a Markle: “Te ves increíble”.
Markle se veía tranquila y segura al pronunciar sus votos sin la menor alteración de su voz. Sonrió ampliamente mientras el arzobispo de Canterbury Justin Welby los declaró marido y mujer. Enrique se veía un poco nervioso, pero feliz.
El oficio en la capilla reflejó las raíces estadounidenses de Markle. El reverendísimo Michael Bruce Curry, líder afroamericano de la Iglesia Episcopal, citó al líder de los derechos civiles Martin Luther King Jr. en el “poder redentor del amor” al pronunciar el sermón, y las selecciones musicales incluyeron versiones de “Stand By Me” de Ben. E. King y “Amen/This Little Light of Mine” de Etta James.
Celebridades y deportistas que incluyeron a Oprah Winfrey, Idris Elba, Elton John, George y Amal Clooney, Serena Williams, James Corden y David y Victoria Beckham, vieron la ceremonia desde los asientos de la gótica obra maestra en el Castillo de Windsor.
La flamante pareja real se besó al salir de la capilla. La multitud clamó y continuó vitoreando mientras Enrique ayudaba a su esposa a doblar la cola de 5 metros (16½ pies) para subir a una carreta Ascot Landau y comenzar su procesión por las calles de Windsor.
La policía dijo que más de 100.000 personas alinearon la ruta. La carreta descapotada fue jalada por cuatro caballos Grey de Windsor y pasó entre la gente, que ondeaba banderas y documentaba el momento con teléfonos celulares. Los recién casados sonrieron y practicaron lo que todo miembro de la realeza debe saber hacer: saludar y saludar y saludar a las multitudes.
Entre los parientes en la ceremonia estuvieron el príncipe Jorge, de 4 años, y la princesa Carlota, de 3, hijos del príncipe Guillermo y la duquesa de Cambridge. Otros familiares incluyeron a Charles Spencer, el hermano de la difunta madre de Enrique, la princesa Diana; y las primas del príncipe Zara Tindall y las princesas Beatriz y Eugenia.
También asistió la familia de la cuñada de Enrique: sus padres Carole y Michael Middleton, su hermana Pippa Middleton y su hermano James Middleton. La exnovia de Enrique Chelsy Davy también estuvo presente, al igual que Sarah Ferguson, la duquesa de York, exesposa del príncipe Andrés, tío de Enrique.
Irene Bowdry, una abogada de California, estaba entre la multitud que atestaba las calles de Windsor. Compró su pasaje a Inglaterra tan pronto se anunció la fecha de la boda.
“Una estadounidense en la familia real, ¿no es emocionante?“, dijo.
El clima era agradable y el cielo estaba despejado. Los seguidores de la realeza habían acampado afuera del castillo durante días, y la policía británica reforzó la seguridad con perros rastreadores, barricadas y patrullas alrededor de la ciudad.
“Windsor está absolutamente estallando de emoción”, dijo el historiador real Hugo Vickers. “Hay fotos troqueladas de Meghan y Enrique en la vidriera de cada tienda, virtualmente. Hay banderines por todos lados. Nunca he visto tanta gente en las calles de Windsor.”
Es un momento de transición en la monarquía británica, que parece lleno de esperanza mientras Guillermo y Enrique, los dos hijos de Carlos y Diana, ocupan su lugar en el centro de la escena con aplomo creciente.
Muchos en la multitud, como Ana Karukin, una enfermera brasileña que vive en Florida, dijo que vino a presenciar un momento histórico.
“Tenemos que estar aquí para él y para ella, mi Meghan, mi chica especial, para apoyarlos, porque es un momento hermoso”, expresó. “Desearía que Diana estuviera aquí, pero ella está en el cielo protegiéndolos”.
Los hermanos hallaron el tiempo en medio del bombo por la boda de salir a caminar afuera del castillo el viernes por la noche y agradecerles a los admiradores por haber venido. Un sonriente Enrique hizo una señal de aprobación con el pulgar cuando le preguntaron cómo se sentía en la víspera de su boda y respondió “¡De maravilla, gracias!“.
Y parece ser un momento de alegría para la reina de 92 años y su esposo de 96, el príncipe Felipe, quien se sentía lo suficientemente bien para asistir. Isabel II logró ver a su nieto casarse con una mujer que claramente le trajo la felicidad que a menudo dijo faltaba en su vida tras la prematura muerte de Diana.
Decenas de periodistas se instalaron en el terreno para cubrir el espectáculo visual. La capilla es en sí es una obra maestra de estilo gótico, y el Castillo de Windsor ha sido casa de soberanos británicos por casi 1.000 años.
Por la tarde en el castillo, la reina ofrecería una recepción para 600 invitados, con comida para picar, vino y champaña, mientras que por la noche el príncipe Carlos ofrecería una cena para 200 invitados.
Enrique invitó a amigos de sus 10 años en el servicio militar — que incluyó misiones en Afganistán — y de las muchas organizaciones benéficas que apoya, que se han enfocado en ayudar a veteranos de guerra heridos o alentado a abrir más las discusiones sobre salud mental.
En honor a la princesa Diana, su hermana mayor, Jane Fellowes, hizo una lectura durante el servicio.
Pero fue la multitud en Windsor la que pareció capturar la alegría del momento. Muchos habían acampado o llegado al amanecer para conseguir un buen puesto. Vitorearon y gritaron al ver pasar a los recién casados.
Arlene Prinsloo había volado desde Suráfrica, solo para estar en Windsor.
“Fui a la boda de Guillermo y Catalina, pero esta tiene una vibra completamente diferente”, expresó. “Es mucho más relajada, y pienso que refleja lo que es Enrique”.