Managua, 3 de junio de 2018.- El cardenal emérito nicaragüense Miguel Obando y Bravo, caracterizado por influir en la vida política de este país como mediador en el siglo pasado, murió a los 92 años.
Obando y Bravo, quien fue declarado “Prócer de la Paz y la Reconciliación” de Nicaragua por la Asamblea Nacional (parlamento) en 2016, falleció a las 03.48 horas de este domingo (09.48 GMT), según informaron medios del Gobierno.
El cardenal, que presidía la Comisión de Verificación, Reconciliación, Paz y Justicia del Gobierno de Nicaragua, fue condecorado hace seis años por el presidente de este país, Daniel Ortega, con la orden de la independencia cultural Rubén Darío.
En esa ocasión, el Ejecutivo destacó que el cardenal emérito “es uno de los personajes más importantes de la historia contemporánea de Nicaragua” y “artífice de la paz” e “inspiración para todo el pueblo nicaragüense por su vocación de servicio y amor”.
Obando nació el 2 de febrero de 1926 en el municipio de La Libertad, provincia de Chontales, centro del país, de donde también es originario Ortega.
Procedente de una familia campesina, tras realizar sus estudios eclesiásticos fue ordenado sacerdote de la Orden Salesiana el 10 de agosto de 1958 y obispo el 31 de marzo de 1968.
En febrero de 1970 fue elegido arzobispo de Managua y el 25 de mayo de 1985 fue ordenado cardenal por el fallecido papa Juan Pablo II, en Roma, convirtiéndose entonces en el único cardenal de Centroamérica.
Obando fue una figura controvertida durante la dictadura de Anastasio Somoza y en el primer régimen sandinista (1979-1990).
En el período de la revolución contra Somoza tuvo una posición neutral que fue criticada por el Gobierno de la dictadura.
De hecho, Somoza nunca le perdonó a Obando, a quien en privado denominaba “comandante Miguel”, que en plena insurrección promoviese una pastoral en la que se pedía abiertamente su dimisión.
Su papel de mediador contribuyó, durante este período, a la liberación de varios dirigentes sandinistas encarcelados por el régimen de Somoza, como fue el caso de Ortega (1974), en el asalto a la vivienda de un ministro, en diciembre de 1974, o en la toma por los sandinistas del Palacio Nacional, en agosto de 1978.
La llegada de los sandinistas al poder convirtió al cardenal en un crítico del régimen al que, en un principio apoyó abiertamente, y al que posteriormente calificó de intentar neutralizar la actividad religiosa en Nicaragua.
Presidente de la Comisión Nacional de Reconciliación, entidad organizada en cumplimiento de los Acuerdos Esquipulas II, fue nuevamente designado mediador en 1987 para negociar el proceso de paz en Nicaragua entre el Gobierno sandinista y la “contra”.
Participó como testigo en las conversaciones que culminaron el 19 de abril de 1990 con la firma en Managua del documento del alto el fuego entre el Gobierno y “la contra”, en el que se estipuló el abandono definitivo de las armas por parte de los rebeldes, tras casi una década de guerra civil.
En enero de 2001, próximo a cumplir los 75 años, presentó su renuncia al papa Juan Pablo II, pero éste lo mantuvo en el cargo.
En julio de 2003, al cumplirse el 24 aniversario del triunfo de la revolución sandinista, Ortega, que se había entrevistado previamente con Obando, pidió perdón público por las acciones de su Gobierno contra la Iglesia.
El 1 de abril de 2005, un día antes de la muerte de Juan Pablo II, la Nunciatura Apostólica informó de que el Papa había aceptado su renuncia como arzobispo, poniendo en su lugar al obispo Leopoldo Brenes.
En septiembre de 2005 ofició el matrimonio eclesiástico de Ortega y Rosario Murillo, actual vicepresidenta de Nicaragua.
A comienzos de su anterior mandato, en enero de 2007, Ortega nombró a Obando presidente de la Comisión de Paz y Reconciliación. (Con Información de Noticieros Televisa)