México, 1 de julio de 2018.- La figura estelar del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto, el economista José Antonio Meade, de 49 años, se encamina a una derrota segura, según todas las encuestas, a pesar de su impecable trayectoria.
La causa de que no lograra encender el ánimo de los electores es que le afecta mucho la «pesada lápida» del Partido Revolucionario Institucional (PRI, centro), que lo postuló pero al cual no pertenece.
El PRI, quizá la más antigua formación política en América Latina, fundada en 1929, que ha gobernado al país casi ininterrumpidamente, con una sola pausa entre 2000 y 2012, podría quedar reducido a una organización minoritaria, según la apuesta de los expertos.
A pesar de que Meade hizo hasta lo imposible por insuflarle oxígeno a los moribundos pulmones de esta formación política, no logró calar hondo en los electores.
Doctor en economía por la Universidad de Yale, Estados Unidos, nacido en la capital del país, hijo de una pareja de clase media alta, y tecnócrata de «hueso colorado», ha sido 5 veces ministro en los últimos dos gobiernos, el de Felipe Calderón (2006-2012), del PAN y el de Enrique Peña Nieto, del PRI.
Para el sociólogo Roger Bartra es «un funcionario más o menos hábil» que está «haciendo un pésimo papel en la política» pero Volpi se pregunta «cuál es el verdadero Meade, el servidor público impoluto o el cómplice de la destrucción y la rapiña».
Con credenciales académicas impecables y una trayectoria impresionante, Meade sin embargo carga el pesado lastre que representa el partido gobernante, aunque oficialmente no pertenece a esta formación, además de la impopularidad del presidente Enrique Peña, cuyo apoyo se ubica en 20%. Además, Meade ha tenido grandes dificultades para conectar con el electorado, sobre todo con el sector más díscolo, el de los millenials, a pesar de ser un hombre joven, debido a la creciente repulsa de este grupo con la partidocracia, pero en particular con el PRI.
Incluso, se le observa como un hombre muy arrogante con un tono discursivo demasiado doctoral, y una imagen de típico tecnócrata al que se le responsabiliza de la profunda desigualdad social prevaleciente, que lo aleja de los sectores populares.
Aunque tiene fama de honesto, se le vincula con un escándalo de desviación de recursos gubernamentales a través de algunos ateneos públicos hacia empresas fantasmas, cuando fungió como ministro de Desarrollo Social, llamado popularmente «la Estafa Maestra».
Entre sus propuestas, que suelen ser algo vagas y no fácilmente recordables para el ciudadano común, figuran la de que «las familias mexicanas tengan comida en la mesa, seguridad en las calles, salud y educación de calidad».
El exministro de Finanzas y excanciller ha propuesto igualar los salarios de hombres y mujeres y que éstas últimas puedan acceder a créditos bancarios sin más requisitos que su palabra.
Asimismo, prometió acabar con la corrupción mediante la confiscación de dinero, propiedades y bienes de quienes hayan cometido actos de corrupción.