Phoenix, 8 de julio de 2018.- (AP) — Un niño de 1 año vestido con una camisa verde tomaba leche de un biberón, jugaba con una pequeña pelota morada que se encendía a cada rebote y pedía agua ocasionalmente.
Y entonces llegó su turno de comparecer ante un juez de inmigración en Phoenix, que apenas podía contener su incomodidad durante la parte de la audiencia en la que pregunta a los inmigrantes acusados si han entendido los procedimientos.
“Me avergüenza hacer la pregunta, porque desconozco a quién se la explicarían, a menos que crean que un niño de 1 año puede aprender la ley de inmigración”, manifestó el juez John W. Richardson al abogado que representó al menor.
El niño es uno de los centenares de menores que necesitan ser reunidos con sus padres después que los separaron en la frontera, muchos de ellos a causa de la “política de tolerancia cero” del gobierno del presidente Donald Trump. Las separaciones han dejado mal parado al gobierno debido a la persistente difusión de noticias sobre niños llorando separados de sus madres y mantenidos aparte durante semanas.
Los detractores también han censurado el sistema de las cortes de inmigración del país que obliga a los menores _algunos todavía en pañales_ a comparecer ante jueces y seguir los procedimientos de deportación mientras están separados de sus padres. Estos menores no tienen el derecho a tener un abogado asignado por la corte y 90% son regresados a su país de origen sin la intervención de un defensor, según la agrupación Kids in Need of Defense, que les provee representación jurídica.
El viernes en Phoenix, un niño hondureño llamado Johan esperó una hora para ver al juez. Su abogado dijo a Richardson que el padre del menor lo había traído a Estados Unidos y fueron separados, aunque se desconocía la fecha. Señaló que el padre se encuentra en Honduras después que lo deportaron con el engaño de que podría llevarse a su hijo.
Por un rato, el menor traía zapatos de vestir y después estaba solo en calcetines durante la espera para ver al juez. Permaneció en silencio y calma la mayor parte de la audiencia, aunque lloró en forma histérica después durante los segundos que una empleada lo entregó a otra persona mientras ponía en orden la pañalera. El niño está en custodia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos en Arizona.
El juez Richardson dijo que el caso del niño era prioritario por el plazo ordenado por una corte para reunir a los niños pequeños con sus familias. Un juez federal en San Diego dio a la agencia hasta el martes para reunir a los niños menores de 5 años con sus padres y hasta el 25 de julio para todos los demás.
Richardson dijo una y otra vez al abogado del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés) que debía tomar nota de los casos que implican a niños chicos debido al plazo dado al gobierno para cumplir con la reunificación de familias. El abogado señaló que desconocía detalles del plazo y que un departamento distinto dentro del ICE se encargaba de los asuntos de ese tipo.
La portavoz del ICE, Jennifer Elzea, señaló que el abogado sabía de la orden judicial pero que desconocía los detalles de los plazos “y no quería hacer declaraciones incorrectas sobre los compromisos de las fechas sin ese conocimiento”.
A fin de cuentas, Johan recibió una orden de salida voluntaria que le permitirá al gobierno enviarlo por avión a Honduras para reunirse con su familia. Un abogado del Proyecto Florence, una organización de Arizona que brinda asesoría legal gratuita a inmigrantes, dijo que tanto la madre como el padre estaban en Honduras.
El caso se atendió el mismo día que el gobierno de Trump dijo que necesitaba más tiempo para reunir a los 101 niños menores de 5 años con el fin de garantizar la seguridad de los menores y confirmar los parentescos.
En otro caso en Arizona, el juez le preguntó a un niño de Guatemala vestido con chaleco y corbata cuántos años tenía. El pequeño levantó su mano abierta.
Su abogado dijo que su padre lo había traído a Estados Unidos y después fue deportado hace dos semanas. Pidió que se emitiera una salida voluntaria para el menor.
“¿Qué te parece regresar a Guatemala?”, le preguntó el juez Richardson al niño.
El problema de la separación familiar es de particular urgencia para los padres de niños pequeños que requieren mayor cuidado de sus padres. Los estudios muestran que el estrés a muy temprana edad puede crear problemas emocionales e incluso físicos para toda la vida.
El inmigrante hondureño Christian Granados fue separado de su hija de 5, Cristhy, por más de un mes después que fueron detenidos en El Paso, Texas, cuando intentaban entrar en Estados Unidos.
La pequeña fue llevada a un centro de detención en Chicago, mientras que él fue liberado el 24 de junio a la espera de una respuesta a su petición de asilo.
Granados ha enfrentado un obstáculo burocrático tras otro tratando de recuperar a su hija, respondiendo recurrentes solicitudes de identificación por parte de los trabajadores sociales que resguardan a la menor.
Granados intenta ayudar en el proceso mudándose con familiares en Fort Mill, Carolina del Sur, pero ahora teme que no pueda pagar el boleto de avión para que su hija vuelva con él.
Dijo que las autoridades le pidieron 1.250 dólares para enviarla por avión desde Chicago.
“No he sentido la felicidad que debería sentir estando aquí en Estados Unidos”, dijo Granados. “Estaré feliz cuando tenga a mi hija conmigo”.
Para algunas familias separadas, la reunión ocurrirá en Guatemala, Honduras o El Salvador, los países de donde salieron para huir de la violencia.
Una niña de 7 años con un moño y un vestido rosa se sentó pacientemente en una banca de madera por más de una hora antes de que el juez Richardson la llamara. La niña había venido de Guatemala con su padre y también fue separada. El padre está ahora en Guatemala.
Richardson le dijo nuevamente al abogado del ICE que tomara nota de su caso para garantizar que el gobierno la reúna con su familia a tiempo.
Le preguntó a la pequeña si quería volver a Guatemala y si tenía miedo de volver ahí. La niña respondió que no tenía miedo. Richardson le otorgó una salida voluntaria.