Londres, 8 de septiembre de 2018.- España recuperó la sonrisa en Wembley con una victoria (1-2) tan prestigiosa como solvente frente a Inglaterra, cuarta en el Mundial pero siempre inferior a una Roja que le remontó sin aspavientos y que comenzó la era Luis Enrique de la mejor manera.
Le falta crecer, eso sí. Sufrió sin necesidad en el desenlace del partido, que pudo acabar en empate si el árbitro no hubiera sido condescendiente con una pérdida de balón inverosímil de De Gea, maravilloso en el partido y penalizado más por los errores de sus compañeros.
Se acabó el Mundial, se enterró todo rastro de Lopetegui y el paso, efímero y poco productivo, de Fernando Hierro se diría que jamás existió. La nueva España no pudo disfrutar de un mejor estreno. Allí donde solo había ganado Alemania, en un escenario que permanecía intocable desde hace 11 años, dio el golpe. Y sonrió.
Sonrió Luis Enrique, respiró aliviado el presidente Rubiales y se reivindicaron los jugadores, muchos de los cuales se sabían señalados desde el desastre de Rusia. Especialmente De Gea, magnífico en la portería y clave en la victoria, mientras espera el equipo la aparición de un líder de verdad para dirigir esta nueva era. Debiera ser Isco, se supone, pero de momento dejó claro que no lo es.
Anunció el entrenador asturiano en la previa que su España sería un equipo tan ambicioso como agresivo en ataque, que buscaría ganar desde el principio e intentaría imponer su personalidad. No alcanzó todo el recorrido pero sí dio muestras de estar en camino de ello. No pudo de entrada, agobiada por la presión inglesa, y no lo intentó mucho más después, más pendiente de no cometer errores que de buscar el derrumbe local.
El 1-2 de Rodrigo, magnífico en su remate a un maravilloso servicio de falta lanzado por Thiago, resolvió las dudas que provocaron el doble error de Ramos y Nacho en el gol de Rashford. Seguía celebrando Wembley el 1-0 cuando Rodrigo ganó un balón en el área y lo regaló para el remate imponente de Saúl, que igualó el partido en un abrir y cerrar de ojos para evitar que la euforia local provocase un cortocircuito a los españoles.
Media hora escasa duro el ímpetu de los Three Lions, tan animosos como inferiores en casi todos los órdenes y cuya apuesta de tres centrales y dos carrileros acabó por ser un regalo para la tranquilidad de la Roja, estupenda en el desempeño de Saúl, entregada a lo inesperado de Thiago (para bien y para mal) y esperando a un Isco que casi pasó de puntillas por Wembley.
Ganó España, bien, sin necesidad de dar más colorido a su juego pero expresando una timidez de la que deberá librarse de manera urgente, empezando por el martes ante Croacia en Elche. Pudo convertir su primera
victoria en Londres desde 1981 en un espectáculo y se conformó con lo mínimo. Hasta el punto que acabó hasta sufriendo sin necesidad.
Luis Enrique necesitaba la victoria y el rearme del equipo. Logró el doble objetivo. Se conquistó Wembley, que no es cualquier cosa y la pesadilla del Mundial de Rusia quedó atrás. (Con Información de ESPN)