Fort Campbell, Kentucky, 12 de febrero de 2018 (AP) — Dallas Brown todavía puede sentir los proyectiles que le dispararon hace 50 años los norvietnamitas que emboscaron a su batallón en la selva.
Minutos después, cuando amainaron los disparos, Brown y sus compañeros del batallón aéreo 101 serían inmortalizados.
En una de las imágenes más punzantes de la guerra de Vietnam, Brown hace muecas de dolor en el piso tras ser herido en la espalda. No muy lejos suyo, un sargento levanta sus brazos, como implorando ayuda al cielo.
La imagen en blanco y negro del colaborador de la Associated Press Art Greenspon fue publicada en la primera página por The New York Times y dio a los estadounidenses una idea cabal de las condiciones que soportaban los soldados en el que resultó el año más sangriento de la guerra. Tomada el 1ro de abril de 1968, fue postulada al Premio Pulitzer.
“Cuando veo la foto ahora, me digo, ‘si sobreviví a eso, puedo sobrevivir a cualquier cosa’”, comentó Tim Wintenburg, que aparece en la foto ayudando a transportar a un compañero hacia un sector que había sido limpiado de arbustos para que aterrizase un helicóptero.
El sargento Watson Baldwin había levantado sus brazos para guiar al helicóptero que iba a llevarse a los heridos. Baldwin falleció en el 2005, según militares de Fort Campbell que hace poco trataron de ubicar a los soldados de la foto.
Brown, quien vive cerca, en Nashville, y Wintenburg, de Indianápolis, se reunieron con un periodista de la AP en Fort Campbell, Kentucky, para hablar de la foto. Fue la primera vez que dieron una entrevista a la prensa.
Al enterarse de que había sido reclutado en 1965, Wintenburg se presentó a una oficina de reclutamiento, donde le dijeron que “tenía cara de aeronauta”.
A principios de 1968, tenía 20 años y estaba en el frente de combate.
Brown tenía 18 años cuando aterrizó en Vietnam y recuerda que se sintió inspirado por la canción La Balada de los Boinas Verdes. Lo entusiasmaron con la fuerza aérea y los dos terminaron recibiendo instrucción en Fort Campbell, sede del batallón 101.
En la primavera de 1968, la unidad de Brown y Wintenburg incursionó en el peligroso valle A Shau en una misión de una semana de “búsqueda y destrucción”, o, en otras palabras, en la que no se tomaba prisioneros. Los tiroteos eran frecuentes.
Brown recuerda que el comandante de su batallón, un teniente coronel, les dijo antes de la misión: “Si matan a alguien, reciben un premio”.
“Hasta donde yo sé, puede que hayamos tomado un puñado de prisioneros en todo el tiempo que estuvimos en Vietnam”, señaló.
Los soldados subían por un resbaloso sendero de montaña luego de un monzón y se detuvieron para almorzar.
Brown estaba sentado en su mochila con su fusil M-16 sobre las piernas y le pareció percibir movimiento en un barranco cercano. No había viento. Estaba preparando su fusil cuando un combatiente enemigo apareció adelante suyo.
Era muy ducho con el fusil y alcanzó a dispararle y matar al primer soldado norvietnamita, y luego a un segundo. Estaba cargando nuevamente cuando un tercer soldado enemigo le disparó a él.
“Pensé, este tipo me quiere matar”, relató Brown, quien trató de buscar refugio. Una bala dio en la pierna de un soldado que estaba detrás suyo. Cuando se acabó la emboscada, Brown transportó al soldado herido y se lastimó la espalda en el trayecto.
Brown hacía gestos de dolor cuando tomaron la foto. Wintenburg, que había perdido su casco, ayudó al soldado herido a llegar al sitio elevado donde iba a aterrizar el helicóptero. Y miró hacia Greenspon.
Greenspon vive hoy en Connecticut. No quiso ser entrevistado. Dijo que cualquier nota sobre la foto tienen que girar en torno a los soldados.
Brown y Wintenburg pasaron un año en Vietnam y a su regreso sufrieron de ansiedad por años. Hoy, 50 años después, disfrutan la oportunidad de reunirse con viejos compañeros del 101.
Brown tiene una copia de la foto colgada en una pared de su casa y muchas historias de cómo hace para convencer a amigos y parientes de que él es uno de los que está en ella. Hace algunos años, una nieta de Brown y su novio, hoy su esposo, le preguntaron por ella. Al verla con los ojos de ellos se recordó del orgullo que siente de haber participado en ella.
Wintenburg también se siente orgulloso y no le da vueltas al asunto.
Hizo lo que hizo porque “no teníamos otra opción”, afirmó. “Hicimos lo que teníamos que hacer”